Autor: Jairo Puente Brugés- Miércoles 18 de Marzo de 2009
El sábado el presidente Barack Obama afirmó que el sistema de seguridad de los alimentos de Estados Unidos “es un peligro para la salud pública”. Evocó el reciente caso de contaminación de productos elaborados con cacahuetes, que ocasionó la muerte e intoxicación de muchas personas.
Para empezar a cambiar el aberrante sistema, Obama nombró en la cuestionada Food and Drug Administration (FDA) a funcionarios sin vínculos laborales anteriores con multinacionales. Así se aparta de lo hecho por los últimos presidentes gringos. En especial George Bush –amigo íntimo del presidente Álvaro Uribe- cuyo gobierno estaba integrado (casi en su totalidad), por antiguos empleados de las transnacionales.
Los conflictos de intereses son enormes. Por ejemplo, en el proceso de aprobación por parte de la FDA de una hormona fabricada (por manipulación genética) por Monsanto, participaron antiguos empleados de esta empresa, que en ese momento fungían de funcionarios públicos. Algunos regresaron a la empresa después de la aprobación y reglamentación de la hormona.
“La puerta giratoria”, la llaman los gringos. De ahí que no sorprende que para la FDA la leche “hormonada” y la natural sean iguales, a pesar de que estudios realizados por sus propios exfuncionarios –caso Richard Burroughs- concluían que las vacas tratadas con la hormona transgénica desarrollaban inflamaciones en las mamas, que se traducen en pus y antibióticos en la leche. Monsanto es una de las multinacionales que fabrica los Organismos Modificados Genéticamente (OMG) y el herbicida asociado: Roundup-glifosato (ha estado involucrada en los escándalos PCB, dioxinas, Agente Naranja y otros).
En este contexto no sorprende que la FDA también considere que los productos naturales y los transgénicos son iguales. Por lo mismo, asume que no hay necesidad de hacer estudios toxicológicos. Pero los pocos estudios sobre la seguridad de los OMG no contribuyen precisamente a tranquilizarnos. Una universidad italiana encontró modificaciones en las células de los testículos y del páncreas en ratas alimentadas con soya transgénica.
El profesor Arpad Pusztai comprobó que los OMG no son iguales a los no-transgénicos y además detectó graves alteraciones en ratas alimentadas con papas modificadas genéticamente. Los estudiosos que han osado divulgar estos negativos resultados –como Burroughs o Pusztai- han sido despedidos y difamados por presiones de las empresas y la complicidad de algunos científicos que vendieron su alma al diablo.